sábado, 6 de agosto de 2011

En México es más penado robarse un refresco, que una pieza de Arte Sacro.

El robo de arte sacro aumenta ostensiblemente en México debido a la falta de registros de estas piezas que poseen un gran valor para la identidad y cultura de los mexicanos. El robo de arte sacro representa un jugoso negocio en el mercado de antigüedades, mientras que para el país representa una pérdida para su historia, mientras que para los creyentes una pérdida de su fe.

En México pasó de ser el asunto de alguien que entraba a una iglesia y robaba un candelabro o una pintura mal puestos, a un crimen organizado que en años como 2004 llegó a la cifra de 53 denuncias ante la Procuraduría General de la República, en 13 estados del país.

El robo de arte sacro es la segunda activad mas lucrativa del crimen, simplemente en el sexenio de Vicente Fox, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se registró la pérdida de 964 objetos religiosos extraídos de un universo de 19 mil edificios sacros, de los cuales se recuperaron 190 sin contar las 10 mil 485 piezas prehispánicas sustraídas de los casi 35 mil sitios arqueológicos nacionales. La Procuraduría General de la República (PGR) informó que en el mismo lapso de tiempo se iniciaron 192 averiguaciones previas sobre el tema de las cuales se resolvieron 175, y se estima que sólo el 10 por ciento de las piezas robadas son recuperadas.
Lo más lamentable de la pérdida del arte sacro, dice el investigador poblano Eduardo Merlo, es que son recursos como los del petróleo: “no renovables”. Y argumenta: “Puedes poner una pintura en el lugar donde se robaron otra, pero nunca será la misma”.

Explica que las campañas contra el robo de arte sacro en México -al igual que las que pretenden controlar el robo de patrimonio arqueológico- no han funcionado porque no son constantes.

“No han sido efectivas. Nos pasa que entramos como caballos, y al ratito ya nos cansamos. Se necesita una campaña intensa y permanente que involucre a los gobiernos Federal y Estatal, a la Iglesia y a las comunidades. Hay que hacer brigadas de gente que instruya a los habitantes, a los encargados de las iglesias y a los sacerdotes, acerca de las medidas que hay que tomar para preservar el patrimonio”.
En muchos casos los párrocos no saben que hay en sus templos, casualidad que el crimen organizado sí, sepa lo que hay ahí. Sin embargo, en las comunidades, los fiscales y mayordomos “han elaborado su inventario, han conservado el archivo de la iglesia y cuando ha habido algún robo lo han presentado” para que se identifiquen las piezas robadas, que casi nunca se recuperan.
Actualmente el robo de arte sacro no es un delito que esté tipificado como grave, por lo que es urgente que se reformen las leyes para contrarrestar los saqueos de los templos. Muchas difícilmente se pueden recuperar.

En México, solo dos de cada 100 casos llevados a los Tribunales por la comisión de delitos reciben sentencia condenatoria. Durante los procesos judiciales, se puede llegar a otorgar el perdón, tienen derecho a fianza, se lleva a cabo la reparación del daño a las personas ofendidas o se da un sobre seguimiento.

De esa manera el proceso ya no lleva sentencia, salvo, cuando se trata de delitos graves, aquellos que están contemplados en la ley como delitos graves. Como el robo de un refresco que te dan más de tres años de cárcel, que en muchos de los casos son personas de escasos recursos, en situación de calle, que por alimentarse pasan una buena temporada en la cárcel.

¿Nuestro sistema justicia esta a favor de los delincuentes o de los ciudadanos?


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